El auge y crecimiento de la oposición social y política hasta la descomposición y crisis final del franquismo

Le déclin de la dictature franquiste (1962-1975)30 novembre 2025
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El auge y crecimiento de la oposición social y política hasta la descomposición y crisis final del franquismo

A partir de los años 1960 y especialmente durante la década de 1970, el régimen franquista entró en una fase de crisis múltiple que aceleró su descomposición y llevó a su colapso final tras la muerte de Franco en 1975. Esta crisis se manifestó en un aumento de la conflictividad social, la fragmentación política, la erosión de los pilares tradicionales del régimen y la intensificación de la oposición desde diversos sectores sociales y políticos.

En esta ficha de revisión, analizaremos el auge y crecimiento de la oposición social y política, su diversidad y articulación, así como los factores internos y externos que precipitaron la crisis final del franquismo.


1. Contexto económico y social: crisis y conflictividad creciente

Crisis económica y repercusiones sociales

La crisis internacional del petróleo de 1973 tuvo un impacto directo en la economía española, provocando un aumento de la inflación, el desempleo y un deterioro generalizado de las condiciones de vida. Este contexto agravó el malestar social y multiplicó las protestas contra el régimen.

El crecimiento económico de los años 60, impulsado por los tecnócratas del Opus Dei, no logró contener las tensiones sociales ni mejorar equitativamente las condiciones laborales, especialmente para la nueva clase trabajadora joven y empobrecida.

Conflictividad laboral y sindicalismo clandestino

Desde principios de los años 60, la conflictividad laboral se intensificó notablemente. En 1962, las huelgas marcaron un punto de inflexión en la contestación social, que fue creciendo pese a la represión con despidos, detenciones y deportaciones. Aunque el régimen introdujo un salario mínimo en 1963 y mecanismos de conciliación laboral, las huelgas seguían siendo ilegales.

En 1963 surgieron las primeras Comisiones Obreras (CC.OO.), que se infiltraron en el sindicato vertical oficial y, a partir de 1966, comenzaron una ofensiva abierta contra el franquismo, enfrentándose a una fuerte represión judicial y policial.

A partir de 1967, la conflictividad se radicalizó con huelgas masivas en sectores estratégicos de Madrid, Vizcaya y Barcelona, vinculándose con demandas políticas y alianzas con estudiantes y organizaciones clandestinas, erosionando la legitimidad del régimen hasta su crisis final en 1975.


2. La oposición universitaria y cultural: espacios de resistencia y crítica

Movilización estudiantil y universitarios críticos

Entre 1963 y 1965, la agitación universitaria aumentó notablemente, especialmente en Barcelona y Madrid, con huelgas y manifestaciones contra el régimen. La expulsión en 1965 de tres profesores críticos en la Universidad Complutense de Madrid desató una ola de protestas y solidaridad entre estudiantes y docentes, marcando un punto de inflexión en la oposición franquista.

El régimen respondió con la Ley de Asociaciones Universitarias (1965), que intentaba controlar la protesta permitiendo asociaciones bajo tutela ministerial. Sin embargo, esta ley facilitó la organización legal de grupos críticos, dominados por militantes de izquierda, que impulsaron la oposición política desde dentro del sistema universitario.

La creación del Sindicato Democrático de Estudiantes Universitarios de Barcelona (SDEUB) en 1966, tras la emblemática "Capuchinada", simbolizó la convergencia entre estudiantes, intelectuales y clero progresista, marcando un hito en la lucha democrática contra el franquismo. La represión policial y académica fue intensa, pero no logró frenar la constante incorporación de nuevas generaciones a la protesta.

Cultura, prensa y medios como formas de resistencia

La oposición al franquismo también se manifestó en la prensa, literatura y cine, que utilizaron ironía, metáforas y un lenguaje cifrado para sortear la censura. Revistas como Cuadernos para el Diálogo y Triunfo se convirtieron en foros de debate democrático, a pesar de las censuras y sanciones.

Editoriales como Seix Barral, Ariel y Ruedo Ibérico difundieron obras prohibidas y textos de oposición política y cultural, incluso desde el exilio. Estas iniciativas reflejaron la creciente demanda social de información plural y crítica, erosionando la imagen liberalizadora que el régimen intentaba proyectar.


3. Los nacionalismos periféricos: resistencia cultural y política

Cataluña: resistencia cultural y unidad antifranquista

En Cataluña, la resistencia cultural se manifestó a través de la defensa del catalán y la cultura propia, con medios como la revista Serra d'Or y la editorial Edicions 62, que normalizaron el uso del catalán y mantuvieron viva la conciencia nacional.

La música de la Nova Cançó se convirtió en un símbolo de oposición, usando el catalán como acto político, con conciertos emblemáticos que marcaron la resistencia cultural antifranquista.

Políticamente, a finales de los años sesenta resurgieron agrupaciones clandestinas como el Front Nacional de Catalunya (FNC), el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), Convergència Socialista y Unió Democràtica de Catalunya (UDC).

En 1971 se creó la Assemblea de Catalunya, un organismo de coordinación que unificó a partidos, sindicatos y movimientos culturales para articular un discurso común antifranquista bajo el lema «Llibertat, Amnistia i Estatut d'Autonomia». La Assemblea funcionaba como un parlamento clandestino, promoviendo manifestaciones y campañas en defensa de la cultura catalana.

En 1973, la represión policial detuvo a 113 miembros de la Assemblea en la conocida «Caiguda dels 113», que fortaleció la resistencia democrática. Tras la muerte de Franco, la Assemblea impulsó manifestaciones masivas por la amnistía y el restablecimiento del Estatuto de autonomía de 1932.

País Vasco: cultura, euskera y lucha armada

En el País Vasco, la resistencia cultural se centró en la defensa del euskera mediante ikastolas clandestinas y la difusión cultural desde el exilio. Políticamente, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) mantuvo una oposición moderada, mientras que en 1959 surgió ETA, organización nacionalista y revolucionaria que evolucionó hacia la lucha armada contra el franquismo.

ETA, influida por movimientos anticoloniales y de liberación nacional, adoptó en los años 60 una ideología revolucionaria y socialista, pasando de la propaganda a la violencia organizada. Destaca el asesinato en 1968 del comisario Melitón Manzanas, primer asesinato político atribuido a ETA. Esta oposición armada contribuyó a debilitar la imagen de invulnerabilidad del régimen en sus últimos años.


4. Movimientos sociales urbanos y rurales: nuevas formas de protesta

Movimiento vecinal y disidencia urbana

A finales de los años 60 y 70, surgieron asociaciones de vecinos en las grandes ciudades para reclamar infraestructuras y servicios básicos, desarrollando una conciencia política que unió demandas sociales con la exigencia de libertades democráticas.

Este movimiento, apoyado por sectores obreros, jóvenes y movimientos cristianos, fue una forma eficaz de resistencia civil al franquismo, politizando la vida cotidiana y erosionando el control social del régimen.

Protesta campesina y oposición rural

En el mundo rural, a pesar de la fuerte represión y control de las élites locales, la transformación social y económica generó nuevas formas de protesta campesina. En regiones como Andalucía y Extremadura, los jornaleros protagonizaron huelgas y ocupaciones, con el apoyo de Comisiones Obreras y organizaciones cristianas de base.

Las redes campesinas vinculadas a la Acción Católica Rural y sacerdotes obreros jugaron un papel clave en la concienciación social, difundiendo mensajes de justicia social basados en la doctrina del Concilio Vaticano II. Aunque la oposición rural fue menos visible que la urbana, incorporó al campesinado a la protesta, minando el control caciquil y fomentando prácticas de autogestión y solidaridad horizontal.


5. La Iglesia católica: del nacionalcatolicismo a la disidencia activa

El papel inicial de la Iglesia y el nacionalcatolicismo

La Iglesia católica fue uno de los pilares ideológicos del franquismo en la posguerra, vinculada al nacionalcatolicismo que legitimaba la dictadura como cruzada contra el comunismo y el liberalismo. Tras el Concordato de 1953, disfrutó de privilegios excepcionales, controlando la enseñanza, el matrimonio y la censura.

El Concilio Vaticano II y la renovación eclesiástica

El Concilio Vaticano II (1962-1965), convocado por el papa Juan XXIII, promovió principios que rompían con el nacionalcatolicismo autoritario:

  • La autonomía legítima de la Iglesia respecto a cualquier sistema político, minando su identificación con el franquismo.
  • La denuncia de las desigualdades económicas y sociales como contrarias a la justicia y dignidad humana, base para el compromiso social cristiano.

Estas ideas impulsaron a muchos sacerdotes y obispos a situarse junto a los pobres y oprimidos, generando movimientos como la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). El clero comprometido denunció la represión y falta de libertades, enfrentándose a la policía y a sectores eclesiásticos conservadores.

La disidencia eclesiástica y su impacto político

La renovación espiritual y el compromiso social de muchos sacerdotes y obispos españoles impulsaron un distanciamiento creciente de la Iglesia respecto al régimen franquista. Figuras como el padre José María de Llanos y el cardenal Vicente Enrique y Tarancón ejemplificaron esta disidencia, promoviendo la justicia social, la reconciliación nacional y una Iglesia independiente del poder político.

El clero vasco jugó un papel clave en la resistencia, negándose a colaborar con la represión y apoyando a sacerdotes encarcelados por motivos políticos. Muchas parroquias sirvieron como espacios para reuniones ilegales y organización opositora. La «Crisis Añoveros» de 1974, cuando el obispo de Bilbao defendió la identidad vasca y fue amenazado de expulsión, evidenció el aislamiento del régimen y la pérdida del apoyo vaticano.


6. La crisis interna del franquismo: pilares en descomposición

El Ejército: divisiones y oposición interna

Durante más de tres décadas, el régimen franquista se apoyó en el Ejército, la Iglesia y la Falange. Sin embargo, a partir de los años 60, estos pilares comenzaron a resquebrajarse.

En el Ejército, aunque la lealtad a Franco se mantuvo, surgieron divisiones entre inmovilistas y reformistas. La creación en 1974 de la Unión Militar Democrática (UMD), con objetivos de democratización y modernización militar, evidenció la crisis interna y la creciente oposición dentro de las Fuerzas Armadas.

La Falange: declive y fragmentación

La Falange, soporte ideológico inicial del régimen, se convirtió en un aparato vacío y sin capacidad real de movilización. Su declive coincidió con el ascenso de los tecnócratas del Opus Dei, quienes monopolizaron el poder económico y administrativo, promoviendo una modernización basada en la eficiencia y el crecimiento económico, dejando de lado la retórica revolucionaria falangista.

La juventud falangista, desencantada con el régimen, abandonó el Movimiento para integrarse en movimientos universitarios y de izquierda, reflejando el agotamiento ideológico del falangismo.

Algunos falangistas intentaron adaptarse promoviendo una política más pragmática, mientras sectores ortodoxos denunciaron la pérdida de los valores originales en el «Manifiesto de Fuengirola» (1974), que criticaba la tecnocracia y reclamaba un retorno a las esencias falangistas.

El intento de recuperación política con el «gironazo» de 1974 evidenció la irrelevancia de la Falange en un régimen en decadencia, con sectores duros agrupados en el «búnker» franquista y otros orientados hacia posiciones aperturistas y tecnocráticas.


7. La oposición política organizada y la unidad antifranquista

Fragmentación y coordinación de la oposición democrática

A comienzos de los años 70, la oposición democrática estaba fragmentada, pero la represión y el desgaste del régimen favorecieron la coordinación.

La Junta Democrática, impulsada por el Partido Comunista de España (PCE), defendía la ruptura democrática, mientras que el PSOE promovía una transición gradual con la Plataforma de Convergencia Democrática.

En 1976, ambas se unieron en la Platajunta, símbolo de unidad con un programa común centrado en:

  • Amnistía para los presos políticos
  • Libertades democráticas
  • Legalización de partidos políticos
  • Elecciones libres
  • Reconocimiento de las nacionalidades históricas

Crisis institucional y sucesión

En 1969, Franco designó a Juan Carlos de Borbón como sucesor, vinculando su legitimidad al franquismo y no a la dinastía histórica, asegurando la continuidad del régimen bajo forma monárquica.

La crisis institucional alcanzó su punto culminante con el asesinato de Carrero Blanco en 1973, principal garante del continuismo franquista. Este atentado supuso la decapitación del aparato franquista y evidenció la vulnerabilidad del Estado.

Franco, enfermo y envejecido, quedó sin un enlace operativo con las instituciones, provocando una crisis interna marcada por la incertidumbre y falta de dirección política.


8. La crisis final y el colapso del franquismo (1973-1975)

Entre 1973 y 1975, la oposición se intensificó notablemente. Tras el atentado de ETA contra Carrero Blanco y el encarcelamiento de la cúpula de Comisiones Obreras (Proceso 1001), la represión aumentó.

En 1974, con Carlos Arias Navarro como presidente, se prometieron reformas que no se cumplieron, mientras surgían grupos clandestinos como la Unión Militar Democrática y se producían atentados del FRAP, huelgas y choques con la Iglesia.

La crisis económica se agravó, se aplicó la ley antiterrorista con ejecuciones de militantes, y el 20 de noviembre de 1975 murió Franco, marcando el fin del régimen.

El vacío de poder en Madrid, el ocaso físico de Franco, la crisis del liderazgo político y el desgaste ideológico precipitaron el colapso del franquismo. A su muerte, el régimen estaba exhausto, sostenido solo por la inercia burocrática, incapaz de renovarse y evolucionar.


9. Síntesis y puntos clave a recordar

  • La crisis económica y social de los años 70 aceleró la descomposición del franquismo.
  • La conflictividad laboral, con huelgas y la emergencia de Comisiones Obreras, fue un motor fundamental de la oposición social.
  • La juventud universitaria y la cultura crítica jugaron un papel clave en la erosión ideológica del régimen.
  • Los nacionalismos periféricos, con resistencia cultural y política, desafiaron la unidad centralista franquista.
  • La Iglesia católica transitó del nacionalcatolicismo a una disidencia activa, apoyando la justicia social y la democracia.
  • Los pilares tradicionales del régimen (Ejército, Iglesia, Falange) se fragmentaron y debilitaron.
  • La oposición política democrática se coordinó en la Platajunta, exigiendo amnistía y libertades.
  • El asesinato de Carrero Blanco y la muerte de Franco marcaron el fin del régimen y abrieron paso a la transición democrática.

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Esta evolución compleja y multifacética de la oposición social y política fue decisiva para la descomposición y crisis final del franquismo, sentando las bases para la transición democrática en España.


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